Como ya vimos en el blog pasado la contaminación sonora en los océanos es otra preocupación más para la conservación de la vida marina. Pero ya hablamos de lo malo, ¿qué se puede hacer para solucionarlo? Las buenas noticias es, que ya existen leyes y mecanismos para empezar a resolver esta problemática.
Lo interesante de estas soluciones es su dimensión. Si tomamos en cuenta que 96.5% de la superficie de la Tierra es océano, este tema entonces es un problema mundial. Y problemas mundiales requieren soluciones, coordinación y acuerdos mundiales.
La constitución del océano
La mayoría de los países (me arriesgaría apostar que, en realidad, son todos los países) obtienen algún beneficio del océano. Y si tienen costas, es seguro que realizan alguna actividad de aprovechamiento de la misma. Debido a esto, la legislación para el aprovechamiento y protección de los océanos fue una necesidad. Esto llevo a la creación, en 1982, de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho al Mar (LOS por sus siglas en inglés). Este documento establece los límites, actividades y consideraciones que tienen todos los países firmantes, en relación al uso y aprovechamiento del mar.
Y por supuesto, una de las obligaciones principales de los países es proteger y preservar el ambiente marino. Este documento señala que las naciones deben de prevenir, tratar e investigar todas las fuentes de contaminación, incluida la contaminación sonora. No hay pero que valga ni excusa válida para no hacerlo. La Convención establece que se tiene que hacer todo lo posible, con los recursos que se tengan disponibles, con todo el conocimiento actualizado e incluso, cooperando entre todos los países involucrados en algún problema específico.
Beneficio de todos, problemas en común
Parecería algo exagerado intentar coordinar a la mayoría de los países para evitar la contaminación sonora. En especial cuando algunos podrían decir que la contaminación le compete al país que la genera. Esto es verdad, pero lamentablemente, a la naturaleza no le importa nuestros límites territoriales y políticos.
En primera, muchas actividades que se realizan en el océano son de naturaleza global o transfronteriza. Un ejemplo de esto es la navegación para el comercio internacional. En segundo lugar, muchas actividades se realizan en zonas en dónde la jurisdicción es de dos o más países. Y aunque las actividades se queden dentro de un límite político, las ondas sonoras pueden viajar mucho más lejos de sus fuentes de origen. La contaminación sonora de un país puede esparcirse más allá de su origen, afectando a otra nación.
Por último, está la protección de las especies marinas. Como ya dije, a la naturaleza no le importa los límites políticos, y eso no es excepción para muchos organismos del océano. Algunas de ellas migran, como por ejemplo la ballena azul, o tienen diferentes ciclos de vida en diferentes localidades. Por lo mismo, para proteger íntegramente a una especie, todos los países dentro de una ruta migratoria tienen que establecer las mismas medidas de protección.
Mitigación
Ahora que ya sabemos el porqué de las legislaciones, ahora tenemos que aprender el cómo. Las acciones de mitigación para la contaminación sonora dependen de cada país, de su presupuesto y de las especies afectadas. Aún con esa variedad, en general, existen 4 líneas principales:
1.-Diseñar y usar equipos menos ruidosos en las actividades que se realizan.
2.-Restricción o cierre de áreas en diferentes periodos del año. Por ejemplo, esto sería útil en épocas de reproducción o cría de algunas especies marinas.
3.-Establecimiento de rutas y posicionamientos. Parecido al punto anterior, este tiene el fin de establecer rutas para la navegación; estas serían establecidas por donde menos afectación se podría tener.
4.-Medidas de operación. Son variadas, pero en general es monitorear a las especies que podrían ser afectadas. También es establecer restricciones a la duración, intensidad o frecuencia de las actividades que producen el ruido.
Como se ve, la cooperación internacional es un punto crítico para mantener al mar en buen estado. Somos un planeta azul, y lo que menos le debemos a los océanos es nuestro compromiso para protegerlos. Por nuestro bienestar y de las especies que habitan en ellos.
