Los orígenes de la amistad: No hay nadie como tú

En el blog de abril hablamos de los posibles orígenes de la amistad. Al final, concluimos que los beneficios a largo plazo y ciertos mecanismos psicológicos eran los posibles responsables de su aparición en nuestra especie.

Los que estudian la evolución del altruismo y la amistad creen que el siguiente paso para cementarlos en nuestro comportamiento fue lo reemplazables que somos. Que tan únicos son los beneficios que producimos para quienes nos rodean.

Para entenderlo mejor, pensemos como nuestros antepasados cazadores-recolectores. Tal vez el beneficio de ser amigo (o invertir nuestro tiempo) en alguien con beneficios únicos sea mejor que en nuestra propia familia. Quizás un desconocido del grupo sabe qué plantas son venenosas, o es buen rastreador. Siendo una especie social que maneja y transmite conocimiento, empezamos a ver otro tipo de beneficios más complejos. Más allá de comida o energía inmediata, hay conocimiento y habilidades benéficas para el grupo.

Eso no significa que no hay nada que racionar. Para formar relaciones para nuestro beneficio tenemos que invertir tiempo y energía conviviendo con dichas personas. La decisión de pasar tiempo con un individuo es, entonces, una de no pasar tiempo con otra. Tenemos que evaluar como elegir nuestras amistades para llenar nuestros (limitados) nichos de asociación.

Para esto, algunos investigadores sugieren que hay cinco factores básicos que la mayoría tomamos en cuenta para formar nuestro círculo de amigos:

1.-El número de espacios que ya están ocupados: ¿Qué tanto tiempo tienes para convivir y cultivar esa amistad? ¿esa persona tiene tiempo para ti? No hay que olvidar: ahora el tiempo es el recurso finito a repartir. Y entre más grande el círculo de amistad, menos tiempo y atención tienes para repartir.

2.- ¿Quién, con sus acciones, genera más beneficios?: Aquí no sólo hablamos de las acciones directas. En todos nuestros comportamientos existen beneficios secundarios, llamados externalidades positivas. Por ejemplo, si a un amigo tuyo le gusta cocinar, tal vez tengas más acceso a comida cada vez que esa persona lo haga por hobby. Entre más externalidades positivas generes, más oportunidad tienes de ser considerado en una amistad.

3.- ¿Quién es bueno entendiendo nuestras intenciones de manera intuitiva?: Todos podemos apreciar a esos amigos “que nos conocen”. Aquellos que saben cómo nos comportaremos, que nos gusta, lo que nos disgusta. Ese entendimiento en dónde “nos leen la mente” es valorado por muchos.

4.- ¿Quién te considera irremplazable?: Esto nos puede dar una idea de cuanto invertir en una amistad. ¿Para qué mover cielo, mar y tierra por alguien que apenas nos considera dentro de sus conocidos? A nadie le gusta sentirse olvidado.

5.- ¿Quién quiere lo mismo que tú?: Cuando comparten las mismas metas e intereses, será más fácil para ambos conseguir esos beneficios. Por ejemplo, si tu compañero de cuarto valora la limpieza, será mucho más fácil mantener la casa limpia. Poseer las mismas metas puede ser la diferencia entre mantener o terminar cualquier tipo de relación.

Y no sólo debes de seleccionar a tus amigos, ellos también deben de seleccionarte. Todos somos juzgados por esos cinco criterios. Al final, el riesgo de no ser un buen amigo en este sistema no es perder energía. Es experimentar una disminución en nuestro círculo e interacciones sociales. Y hablando de especies sociales como nosotros, eso nos puede costar nuestra salud mental o aislamiento dentro de un grupo.

Lo curioso de este sistema, es que puede crear “loops” de retroalimentación mutua entre los amigos. Si tu eres único para alguien- por cualquier razón- entonces esa persona tiene un interés en tu bienestar. Ese interés entonces los hace altamente valiosos para ti. Dicho de otro modo: como tú eres importante para tu amigo, entonces tu amigo es importante para ti. Por ese interés, entonces, eres importante para tu amigo…

Y así podemos ir amplificando la importancia mutua en cada ciclo. Lo interesante es que este ciclo puede empezar con un “valor bajo” como, por ejemplo, tal vez solo tener valor para alguien porque eres el único compañero de trabajo que le gusta cierto grupo musical. De ahí, el ciclo puede empezar a repetirse e ir aumentando el valor que se considera entre las personas involucradas.

Cada experiencia, interacción e intercambios que se dan va reforzando los ciclos. Al final, puede terminar siendo un vínculo de mejores amigos. Estos ciclos de interacciones y su efecto en la consolidación de vínculos se siguen investigando, con el fin de entender mejor la amistad.

Al ver todos los beneficios a largo plazo y consideraciones en nuestras acciones podemos empezar a vislumbrar la complejidad de la amistad. Somos seres sociales que hemos evolucionado en un ambiente de cooperación, así como de competencia. Describir el altruismo y la amistad desinteresada tendrá que partir de mecanismos evolutivos más complejos que el intercambio energético a corto plazo. Lo único seguro es que seguiremos buscando socializar y crear nuestros grupos de amigos “únicos y diferentes.”

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